En primer lugar, ¿qué entendemos por Art Déco? Este término hace referencia al estilo decorativo que se desarrolló durante los años veinte y treinta del siglo pasado, afectando a todas las artes y al estilo de vida cotidiana: desde la arquitectura al mobiliario y la moda. Durante mucho tiempo, también fue denominado como “estilo 1925”, un año que marca el pistoletazo de salida de su popularización a partir de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas que se celebró en París entonces.
Charles Loupot, Cartel promocional de la
Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas de París (1925).
El Art Déco se caracterizó por la creciente simplificación de las formas decorativas, huyendo de los motivos y temas de estilos pasados. Los autores buscaban originalidad, exotismo, geometría y, sobre todo, la modernidad de un mundo a toda velocidad, en el que el progreso industrial y tecnológico iba a ayudar a dejar atrás la desolación que se había vivido en la Primera Guerra Mundial. Esta época se conoce como la etapa de entreguerras, aunque los “locos años veinte” es una referencia más popular en la actualidad. El ambiente de confianza, evasión y prosperidad se extendió por Europa y Estados Unidos, reflejándose en los rascacielos, el jazz y las flappers (el nuevo arquetipo de mujer independiente y entusiasta que baila, conduce y lleva el pelo cortado a lo garçon).
Uno de los motivos más repetidos del Art Déco serían las fuentes, en respuesta a esta atmósfera de riqueza y progreso. Se deseaba que el agua no dejara nunca de brotar de la fuente, es decir, que la prosperidad se extendiera y la recuperación económica y social se consolidara. Ya antes de la Exposición internacional de París, se encuentran ejemplos en algunas decoraciones como en las puertas del Madison Belmont Building (1924) en Nueva York.